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FAKE NEWS - EL ENGAÑO COMO POLÍTICA

Por Pedro Ochoa.


Engaño, falsedad, verdades a medias, manipulación. Se le puede colocar cualquier rostro, pero debemos reconocer que las fake news son un fenómeno común en estos tiempos de redes sociales y comunicación instantánea.


Pero no es una realidad nueva. Eso está muy lejos de ser verdad y es que la intención de manipular, falsear la información o informar parcialmente ocultando verdades con el objetivo de manipular a los colectivos es algo que se ha visto, para algunos, desde los albores la historia de la humanidad (el Incendio de Roma y la acusación de Nerón a los cristianos, por poner un ejemplo) hasta el propio nacimiento de la prensa masiva.


Eso lo ratifica el investigador español Carlos Salas Abad que ubica la primera fake news de la historia contemporánea en la publicación, por parte del periódico The Sun, de una noticia que afirmaba con certeza, sobre la existencia de seres vivos en la Luna. Esto fue en Nueva York en el año 1835. Obviamente tuvo un gran impacto para la sociedad lo que llevó a altos volúmenes de venta del medio por varias semanas.


Desde la perspectiva temporal, hoy lo vemos como el afán de lucrarse o alcanzar un objetivo social o político sustentado en una mentira o verdad a medias mediante el engaño y la manipulación de las audiencias. Pero, desde 1835 a la fecha, esto no ha cambiado en intención, pero si en sus canales de divulgación.


Nuestras redes sociales han potenciado la fuerza de las fake news porque se ha amplificado la audiencia manipulable. Un público mucho más grande que la suma de todos los medios tradicionales en su mejor momento y esto es gracias a estas redes y su capacidad de viralizar (amplificar) los mensajes de cualquier fuente.


El termino fake news fue popularizado en la campaña presidencial norteamericana de 2016. Un Donald Trump blandiendo acusaciones contra medios masivos acusándolos de tergiversar y manipular informaciones a través de la divulgación de falsas noticias en su contra y una Hillary Clinton, sobre la cual, en redes sociales de manera masiva, se difundieron informaciones malintencionadas que resultaron igualmente falsas.


Se entronizó la fake news como estrategia de destrucción de la imagen política del adversario, la búsqueda deshonesta del voto o su desestimulo mediante el engaño.


La democracia en tiempos de fake news

Como sistema, la democracia en concreto y no solo los políticos, es la gran damnificada del florecimiento de las fake news. La desconfianza crece entre los ciudadanos que cada vez más dudan más sobre programas, partidos, personalidades y la eficacia de la democracia como sistema para mejorar a las sociedades.


Sabemos que la confianza es un aspecto esencial para el sistema democrático y la divulgación de falsas informaciones de manera constante, regular y tergiversadora erosiona esta confianza. Una información manipulada pero creíble por la audiencia puede alterar los resultados y la transparencia de un proceso electoral, colocando un ejemplo.


Las características propias de las redes sociales permiten un efecto de crecimiento potencial de los impactos negativos generales propios de las fake news. La viralización de las informaciones falsas a las cuales el ciudadano le ha otorgado cierto grado de credibilidad puede tener efectos devastadores en la confianza traduciéndose en el incremento de la negatividad y miedo en los colectivos activamente políticos.


Y estos elementos son como el cáncer para cualquier democracia sana. Lamentablemente, desde gobiernos pasando por organizaciones políticas y líderes de diversos niveles del sector, las decisiones se toman por el llamado “espíritu público” o el momentum (la fotografía de las encuestas) pero este espíritu puede estar manipulado por informaciones tergiversadas.


Es lo que algunos llaman la posverdad, una visión distorsionada de la realidad como la definió Steve Tesich en su artículo del año 1992: un mecanismo de manipulación de la emoción para influir en los colectivos.

FAKE NEWS Y LA INTELIGENCIA ARTIFICIAL

Las fake news son una práctica antigua, pero muy real en estos tiempos de redes sociales y la multimedia. Como estrategia, en esencia, es deshonesta, pero forma parte del arsenal de algunas campañas y sectores de la política buscando minar el principal activo de los personajes y organizaciones públicas: su imagen y su credibilidad.

 

Cada vez se hace más evidente que las fake news amenazan al modelo de democracia que conocemos. Con la llegada de la inteligencia artificial se ha facilitado la manipulación y la mentira en ambiente de redes: suplantación de voces, forjamiento de videos mediante la edición, personajes ficticios que transmiten informaciones falsas, lo que crea escepticismo en el ciudadano frente a lo que ve, escucha y siente.


En otro campo, menos democrático, algunos gobiernos de tinte autoritario han utilizado este termino para reducir la crítica a sus gestiones calificándolas como estrategias de fake news por parte de sus adversarios, comunicadores, medios independientes u opositores. Según un informe de Freedom House desde 2017 países han utilizado el pretexto de la lucha contra las fake news para hacer leyes o endurecer algunas vigentes con la idea de reprimir y perseguir la disidencia.


Por ello, los que defienden la democracia como sistema y modo de vida deben entender a las fake news como uno de los más grandes enemigos de la libertad y la conciencia social. La simple asociación de democracia con falsedad y manipulación es de por si peligrosa y debe llamar a la reflexión y, lo más importante, a tomar medidas en colectivo ya que no es un problema que se limite a un país o medio.


Naciones Unidas, entre otras instituciones multilaterales, ha desarrollado un plan de acción que promueve la lucha contra el fenómeno de las fake news, entendiéndolo como un problema de carácter global. Desde la sociedad civil se han fortalecido las instancias de verificación de fuentes e informaciones que circulan en las redes y medios masivos.


Se entiende que el ciudadano común, los actores institucionales, políticos, organizaciones, medios y comunicadores deben educarse y educar en verificar fuentes, la regulación y autorregulación de las plataformas digitales, en fin, educación mediática.



El ciudadano debe entender que no todo lo que se dice y señala en redes sociales o medios masivos es verdad absoluta por lo que debe tener criterio para identificar lo que es legítimo y lo falso evitando la divulgación compulsiva de información generalmente amarillista. El comunicador debe proceder, como ejercicio diario, a la verificación de fuentes y contrastación de sus datos antes de publicarlos. El político debe estar comprometido con la ética y la responsabilidad social al igual que las autoridades en ejercicio cuya labor deber ser la de sancionar y erradicar estas prácticas a su interior.


La generación y divulgación de fake news es una practica profundamente antidemocrática y debe ser considerada un riesgo para todo el sistema social.


 
 
 

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